28.5.09

Aire Fresco



“¿Aire fresco?” Me preguntaba dentro del trance etílico (al menos ya no era el que se respiraba en el antro: salpicado de hielo seco y tabaco quemado, perfumado a la moda, perturbado por perlas de éter, y retacado de sudor y ganas de coger).

No, no era tampoco aire fresco. Era un llamado a devorar comida de la más baja calidad, cargada de radicales libres y colesterol (casi veneno). Esa comida con la cual nunca estará alguien en la “zona”. Sin embargo al morder el perro caliente, el jot doc, con la lengua aún adormecida, murallas dimensionales pierden forma, parecen partirse: revolución del arreglo matricial. La dinámica se vuelve pléyade, barro churrigueresco, forma acentuada en todo su contenido.

El espejismo de tus lágrimas semidesnudas cerrándole la puerta a la desgracia me abrió el apetito. Cada deglutir acelerado provocaba a la nostalgia del momento-eterna-sensación en que tus labios, en slow motion, encontraron por primera vez mis cavernosos pasadizos saturados: sueño húmedo, el deseo encarnado dentro de tus labios (antes de que yo te convirtiera en Virgen). Me lamenté por no haber dejado íntegros los diamantes, rastros de tu obediente e inexperta boca, sobre la piel del glande cicatrizado; pude haberlos empeñado en cada bancarrota, fin de año o inicio de una fiesta. Dos mordidas más: “otra orden… con todo”.

Sentado sobre la banqueta, Londres casi esquina Insurgentes (lugar del mítico Calígula, hoy escuela patito), impaciente esperaba el endemoniado vehículo que pronto dejaría atrás una patética patrulla cubierta de risotadas enlatadas dentro de una borrachera y cubierta por el rubor de su torreta cada vez más lejana. La Aerostar se llenó con almas delirantes. Perdidas unas, extirpando de manera no muy elegante pero efectiva el spiritu di vino, otras frenéticas meando por la puerta a 200 Km/h, todas escurriendo cual cochambre sobre pretendidas realidades sobrepuestas.

Los recuerdos seguían al eco emanado de la nada atiborrada, anegada y proyectada en cada chiste con inauditas moralejas (¿desde cuándo los chistes tienen moraleja?) Y repican los acentos de las preguntas: granizada en mayo. Al caer los párpados el vértigo, tus nalgas aplastadas contra el colchón, y tu cintura apenas insinuada. ¡Qué mal palo! Sin embargo ¡cuán real!; entre el pesar y la lujuria, entre lágrimas y risas, entre Primus y Belinda Carlise, entre siempre en domingo y nunca jamás porque ¡tu vieja nos cachó! Alegoría de la injusticia. Señal innegable de la mala suerte. (¿Qué más podrá revelar el embutido fálico rodeado de grasa de cerdo servido dentro de un pan blanco sudado con 2 milímetros de mayonesa, chingo de mostaza, chiles pa nachos haciéndola de colina picosita, jitomate y cebolla picada con muy mal aspecto y su cátsup) “con todo mai y una chaparrita de piña”.

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