6.3.09

Elisabeth


Me desperté envuelto en calentura recitando epitafios soñados tras la frustrada visita a Père-Lachaise. Moma con su canto de paloma felina en celo venía una y otra vez a buscar mi atención. Recordé tus labios secos, resecos y el impulso que tuve de buscar entre mis bolsillos mi blistex. De inmediato estabas frente a mí, inconsciente, desvaneciéndote en un suspiro, similar al compañero del latido final. Escuché la escoba de Merlín con sus varas salvajes sobre la banqueta que pronto dejaré de pisar, sacaba chispas cada vez que rozaba las perlas perdidas de mis pulmones calcinados por las aguas hirvientes saturadas de esencias suizas.
Estábamos en época de lluvias, como siempre. En la época de las lluvias que nunca llegan, las que dejan plantadas a la ciudad y sus sedientas avenidas, la lluvia de polvo incendiaria: bosques quemados por el viento. Al cerrar la ventana azotada por una espiral-torbellino tornasol, me acordé de tu pezón encendido apuntando hacia Júpiter y de la primera vez que posaste tus labios bajo el ombligo del mundo.

Cambiaron los planes.

Regrese del parque y estabas lavando, ni siquiera conocía tu nombre. Al terminar el recorrido gocé sin ti. Levanté tu falda y la puse en tus manos, enrojeciste como lava en ciernes, se multiplicaron tus ojos y tus labios secos, resecos intentaron esconder que me deseabas.

No había retorno.

Te busque entre la hojarasca anegada tras el tanque apestoso a gas, el que nunca llega lleno, tras las victorias de los héroes, tras la voz que acentúa la lengua defeña de manera incorrecta, tras los espasmos de la lluvia dorada, tras el patio trasero de una piernas casi lunas.

Me cansé.

Sentado frente al piano, encendí el ipod, busque la canción, la dejé sonar e inicié la búsqueda de la melodía: sobre las blancas, bajo las negras. Iba bien, casi la tenía cuando me golpeo en el hemisferio izquierdo del cerebro la obsesión de saber tu nombre…¡¿cómo te llamas?! (Te pondría un depa y claro que podrías tener noviecito y toda la cosa. Dentro de un glamour ético-erótico-posmoderno nuestra relación sería ideal. Aullarías como liberación y agradecimiento.Ya no serías la misma nunca más).
Esa tarde como es costumbre al inicio del fin de semana, revise el portal del UNIVERSAL on-line y vi tu foto. No sé porque me acorde de Poe y del Fabiruchis al unísono. Estabas con los ojos cerrados e inerte, como cuando te vienes de veras. No recordaba haber tomado esa foto, menos haberla “subido” a la red.
El pie de la foto me parecía un augurio tétrico. El incidente era claro, al menos el desenlace. No lo leí, sin embargo la mirada atrajo y retuvo: “tachas”, “calle”, “19 años”.

Y ésta vez no quise averiguar tu nombre.

¿quién de dónde que!